lunes, 2 de agosto de 2010

Alivio de luto

Corrían las siete cincuenta por las calles de la capital, corría el tiempo buscando alivio al luto que lo embargaba, corrió hasta Balderas, volvió a Bellas Artes, anduvo por el chopo; descorazonada encontró la ciudad, mojada de tantas lagrimas que se vertieron sobre ella.

hace mucho que no me daba una vuelta por este espacio de abstracción espacial y es que el mundo no da para más. La muerte de don Carlos Monsiváis consterno mi credibilidad en mi mismo, de algo estoy seguro, volveré a escribir, había renunciado a las palabras por aquella cuestión rortiana del giro lingüístico y el limite de mi persona depositado en las palabras que uso. Hoy puedo decir que la ciudad de México llora la ausencia del que fuera no la conciencia intelectual de un país, llora la partida del que servía como conciencia mía.

Sobre el tema de las esperanzas depositas en los demás cabría la posibilidad de entrar en el quejumbroso mundo de las comparaciones dado que en estos días escuché a un taxista decir que el el chicharo Hernández sufría del peso que la afición mexicana deposito en él, lo confieso, no ví el mundial, pero si sé que no me perdí de nada.

Si el taxista tiene razón en su exquisita argumentación "por cierto yo no sabía quien era el chicharo", don Carlos desde cuando menos el 85 llevó sobre sus hombros el peso de ser quien debía dar la más clara resistencia ante el embate del capitalismo sobre los sectores populares. Ahora bien, en términos dramáticos, dado que en la vida no hay otra cosa que no sea una tragicomedia esquileana, que le espera a este país cuando el intelectual publico desaparece para ceder sus escaños a la academia siempre burocratizada y burocratizante, qué esta por venir.

A modo de salida:

Escuche tus palabras cual verdades bíblicas
con la diferencia que de las tuyas me reía,
leí tus escritos con la devoción del que busca
en los libros lo que en la vida le falta,
comenté más de una vez mi simpatía
hoy que ya no estás no puedo dejar de hacerlo,
ya no hay bohemios, ni columnas en domingo,
hoy más muerto que antes, estás.

Soy el sueño que no haz tenido por falta de imaginación.

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